Aguachica - Aguachicolonial
   
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La tierra de don Antón:
Estudio sobre Aguachica colonial
Jorge Meléndez Sánchez
Ediciones Universidad Pedagógica Nacional,
Bogotá, s.f., 114 págs.

Que el río Magdalena fue durante siglos la principal arteria del país y alma de la nación es hoy un lugar común. Nadie pone en duda que por sus aguas se forjó la integración de Colombia y penetró la modernidad con toda su carga de dramatismo.

Y la importancia del Magdalena en la historia ha sido generosamente reconocida por diferentes ciencias y disciplinas que le han dedicado una copiosa literatura, así como también ha sido motivo de inspiración para muchos compositores, poetas y cantantes. La atención que la academia ha tenido con el río, sin embargo, ha sido un tanto ingrata con las diferentes poblaciones que se asientan a lo largo de sus riberas. Quizá con la notable excepción de Mompós, los demás pueblos que le deben su vida a la navegación y al comercio por el río han sido injustamente olvidados, cuando en ellos se registra buena parte de la historia de Colombia. El origen, fundación y desarrollo de cualquier pueblo ribereño puede sintetizar fácilmente tanto la historia de la navegación por sus aguas como la historia del comercio fluvial.

Aguachica no es propiamente un puerto sobre el Magdalena; no obstante, debe su existencia al comercio que se surtía por el río y a su conexión con Ocaña. Estos factores, sin embargo, han operado contra Agua-chica en el sentido de que han ocultado su importancia histórica y su papel protagónico en el desarrollo del comercio del oriente del país. Con el fin de rescatar para la historia nacional la población de Aguachica, el profesor Meléndez Sánchez ha escrito este opúsculo, que, pese a su corta extensión y a la precaria información primaria que le sirve de sustento, es un ensayo con muchas virtudes que denota una buena formación histórica del autor.

Se enfrenta con buen criterio el profesor Meléndez al problema de la falta de documentación sobre Agua-chica, apelando a lo que denomina la "historia del contexto", esto es, a la interpretación del material existente sobre las dos poblaciones cuya comunicación le dio origen a Aguachica: Ocaña y Puerto Real (Puerto Nacional en la república, y hoy Gamarra). En este sentido, Meléndez sólo reconoce lo que era el concepto vigente de ciudad en el período colonial: Ocaña se funda por la necesidad del oriente y de la región de Maracaibo de tener un puerto sobre el Magdalena, puerto que física y materialmente fue Puerto Real. Aguachica surge, pues, como punto intermedio entre Ocaña y su puerto, debido al imperativo detener un lugar distante de las inundaciones del río, para proteger las mercancías. Interesante articulación de poblaciones en torno a las vías de comunicación, que sirve para hacer resaltar la importancia de estudiar más a fondo el papel de éstas en la configuración de las regiones del país.

La rigurosidad del trabajo es desigual en la medida de la disponibilidad de fuentes primarias; en ese orden, el capítulo V, "Aguachica colonial", es, sin duda, el mejor logrado desde el punto de vista histórico. Logra Meléndez articular factores que explican el surgimiento de Agua-chica, enmarcándolo dentro de las expediciones que empujaron la frontera de la colonia hacia el sur de la provincia de Santa Marta. Contrasta, metodológicamente hablando, el último capítulo, donde la leyenda tiene absoluta libertad de movimiento en torno a la figura de Antón García, que tiene además la característica de la trinidad: tres personas distintas y un personaje verdadero. No pierde, sin embargo, este capítulo la seriedad del trabajo, aunque en él el autor juega con mucha soltura entre el "realismo mágico" y las interpretaciones libres de la leyenda.

Quiere llamar la atención el profesor Meléndez sobre la importancia actual de Aguachica, persiguiendo además que su estudio contribuya a crear una identidad de la ciudad, que le permita un mejor desarrollo futuro ante el desordenado crecimiento que viene experimentando en los últimos años. Ciertamente, Aguachica se ubica no sólo en un cruce de caminos, sino en la frontera donde termina la costa y comienzan los Santanderes, que la hacen una ciudad muy peculiar desde el punto de vista de la conformación de su población. Preocupado por el carácter advenedizo de muchos de sus habitantes, Meléndez quiere aportar su trabajo para la creación de una identidad de la ciudad. En este terreno, la obra le da cabida a diversas especulaciones del autor que bordean el panfleto político.

La tierra de don Anión constituye un meritorio trabajo que ganaría en valor si formara parte de un estudio más amplio que abarcara toda la región circundante; si no se encuadra así, el esfuerzo del autor podría verse subvalorado y quedar confinado a una publicación parroquial que pocos consultarían. Ojalá que en ese "criadero de esperanzas", como llama Meléndez a Aguachica, se valore este trabajo y se impulsen nuevas investigaciones que ayuden a conformar un conocimiento científico de la historia como lo mejor que se puede hacer por el futuro de esta población.

GUSTAVO BELL LEMUS

   
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